El tema de los prejuicios ha salido varias veces en blog (se pueden ver pinchando aquí) y sigue siendo un aspecto sobre el que conviene pensar.
La historia que comparto esta semana es muy ilustrativa de una situación bastante frecuente en las personas: pensar sobre lo que creemos que piensan los demás, basados únicamente en impresiones subjetivas.
La primera idea de pedir prestado un martillo se va convirtiendo en un mundo que condiciona todo lo demás, basándose sólo en las propias ideas.
Y sirve para recordar que las actitudes positivas y constructivas son mucho mejores para la convivencia y las buenas relaciones con los demás. A continuación El martillo.
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El martillo
Un hombre quería colgar un cuadro. Clavos ya tenía, pero le faltaba el martillo, cuando recuerda que el vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.
Pero le asalta una duda:
-"¿Y si no quiere prestármelo?...; ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Tal vez tenía prisa... Pero quizá la prisa sólo era un pretexto y mi vecino abriga algo contra mi persona...
¿Qué podrá ser?...
Yo no le he hecho nada... será algo que se habrá metido en su cabeza.
Por supuesto que si alguien me pidiera una herramienta, yo se la dejaría enseguida. Pero este vecino es un poco raro y no sé.
¿Cómo puede negarse uno a hacer un favor tan sencillo a otro?... Tipos como éste son los que le amargan la vida a uno... y luego puede pensar que debo devolverle el favor... sólo porque tiene un martillo. ¡Esto ya sería el colmo!".
Después de este monólogo, nuestro hombre sale precipitado a la casa de su vecino. Toca el timbre. Se abre la puerta... Y antes de que el vecino tenga tiempo u ocasión de decir algo, nuestro protagonista le grita furioso:
-¡Sabe una cosa: quédese usted con su martillo!
La Historia de la Semana
La historia que comparto esta semana es muy ilustrativa de una situación bastante frecuente en las personas: pensar sobre lo que creemos que piensan los demás, basados únicamente en impresiones subjetivas.
La primera idea de pedir prestado un martillo se va convirtiendo en un mundo que condiciona todo lo demás, basándose sólo en las propias ideas.
Y sirve para recordar que las actitudes positivas y constructivas son mucho mejores para la convivencia y las buenas relaciones con los demás. A continuación El martillo.
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El martillo
Un hombre quería colgar un cuadro. Clavos ya tenía, pero le faltaba el martillo, cuando recuerda que el vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.
Pero le asalta una duda:
-"¿Y si no quiere prestármelo?...; ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Tal vez tenía prisa... Pero quizá la prisa sólo era un pretexto y mi vecino abriga algo contra mi persona...
¿Qué podrá ser?...
Yo no le he hecho nada... será algo que se habrá metido en su cabeza.
Por supuesto que si alguien me pidiera una herramienta, yo se la dejaría enseguida. Pero este vecino es un poco raro y no sé.
¿Cómo puede negarse uno a hacer un favor tan sencillo a otro?... Tipos como éste son los que le amargan la vida a uno... y luego puede pensar que debo devolverle el favor... sólo porque tiene un martillo. ¡Esto ya sería el colmo!".
Después de este monólogo, nuestro hombre sale precipitado a la casa de su vecino. Toca el timbre. Se abre la puerta... Y antes de que el vecino tenga tiempo u ocasión de decir algo, nuestro protagonista le grita furioso:
-¡Sabe una cosa: quédese usted con su martillo!
La Historia de la Semana
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