viernes, 19 de febrero de 2010

10 claves para la educación de los hijos

El tema de la educación de los hijos, o de los adolescentes que están con nosotros, ya se ha tratado varias veces en el blog (aquíaquí  y aquí), pero es un tema tan interesante e importante que merece la pena volver sobre él. En esta ocasión es un resumen de un artículo del psicólogo Alfonso Aguiló que me ha parecido oportuno compartir y que se titula 10 claves para la educación de los hijos.
 
Con frecuencia nos fijamos e insistimos en cómo deberían ser los jóvenes, pero nos olvidamos de la parte que nos corresponde a los educadores: ¡cómo debemos ser nosotros!, por eso aquí van una serie de pistas para ayudar en la tarea formativa de padres y educadores.

Espero que sean de utilidad para todos los que nos dedicamos a la apasionante tarea de educar.


Las ilustraciones que lo acompañan son del pintor surrealista Yacek Yerka, ¿curiosas verdad?

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10  Claves para la educación de los hijos

1.- Los padres deben educar la voluntad de los hijos y sus sentimientos.
Preparar a un hijo para la vida no es satisfacer todas sus voluntades y todos sus caprichos. Hay que enseñarles a renunciar y a oir “no”, pero sin imponer la renuncia, señalando su razón y su necesidad. Si no se aprende de joven a decir ‘no’ a lo permitido, luego no se sabrá decir ‘no’ a lo prohibido.

2.- La cólera es nociva para la educación de los hijos.
La ira lleva a decir palabras sin pensar y a actuar irreflexivamente, y se puede lastimar, ofender y cometer injusticias. Hay que hablar con calma, pensando antes de hablar y reflexionando antes de actuar. A un corazón herido siempre le queda una cicatriz.
3.- El secreto que un hijo confía al padre o a la madre debe ser como una piedra lanzada al mar: se esconde en el fondo y nadie la ve.
Hay que ser siempre discretos, guardando en lo profundo del corazón el secreto del hijo. La confianza, una vez perdida, difícilmente se recupera.
 
4.- La mejor escuela de la vida es el ejemplo de los padres.
Los hijos precisan más los ejemplos que las enseñanzas. No se pueden exigir virtudes y cualidades que no se viven. Con el ejemplo, los padres estarán construyendo la moral de sus hijos.

5.- La misión de los padres es orientar, amar, comprender, incentivar.
Actuar así es darle la oportunidad al hijo para que se afirme en la vida. El amor que los hijos reciben de los padres y la confianza que éstos depositan en ellos es para los jóvenes un refugio seguro en la vida.


6.- Hay que aprender a escuchar con paciencia y atención el desahogo del hijo, aunque hable en forma agresiva e irritada, pues desahogarse es una necesidad psicológica. Se evitarán así muchas discusiones, desavenencias y contrariedades.
7.- Saber escuchar en silencio es una virtud fundamental. 
Antes de contradecir, escucha, analiza y trata de comprender lo que él quiere decir. Tal vez digan muchas cosas equivocadas, pero analizándolo bien encontraremos muchas verdades entre los errores.

8.- Después de la escucha, dialoga con calma, serenidad y amor.
Apreciar y valorar lo bueno da mejores resultados que señalar y condenar de inmediato lo equivocado. Muchos padres no defienden la verdad, sino sus puntos de vista.

9.- El hijo precisa consejos y recomendaciones, pero deben ser bien dosificados, dados con amor y bondad.
Una andanada de consejos y recomendaciones irrita y satura. El exceso, en lugar de producir efectos positivos, trae resultados negativos.

10.- Recordar errores pasados y ya perdonados, desestimula y desanima.
No es agradable oír siempre la misma queja. Hay que olvidar los errores cometidos en el pasado, e incentivar el bien en el presente, valorando las buenas acciones por pequeñas que sean.

Muchos jóvenes aún no han descubierto el verdadero sentido de la vida. Viven y no saben por qué. Estamos en este mundo para amar y hacer el bien, y una vida sin amor es una vida vacía y sin sentido. Por eso, educar no es sólo combatir el mal, señalando y censurando los errores; educar es sobre todo incentivar el bien, valorando y estimulando las buenas obras.

Y recuerda: el hijo no es un adversario a combatir, sino un amigo a conquistar. Y para conquistar nada mejor que saber oír y amar.

 

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