miércoles, 23 de enero de 2019

El leñador

¿Nos preparamos lo suficiente para afrontar las situaciones de la vida cotidiana? 

Muchas veces estamos tan metidos en el día a día que perdemos la perspectiva de ver las cosas objetivamente y nos quedamos en la superficie, desperdiciando ocasiones de crecer personalmente y profundizar en lo importante.

La historia de esta semana, El leñador, es muy ilustrativa en este sentido. Nos recuerda que para seguir cortando árboles ¡hay que afilar el hacha!

O dicho de otra manera: hay que encontrar el punto de motivación necesaria para afrontar con ilusión y entrega las tareas que tengamos bajo nuestra responsabilidad. Y para ello nada mejor que ver las cosas no desde la tierra sino desde el cielo.

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El leñador

Un grupo de leñadores estaba cortando árboles en un bosque, diariamente, sin parar. Cada jornada ellos se levantaban antes y se acostaban más tarde y, sin embargo, cada vez cortaban menos árboles.

Asumieron que su falta de eficacia se debía a que sin duda a medida que avanzaban en el interior del bosque los árboles por alguna razón desconocida adquirían una mayor dureza.


Solo uno entre ellos cortaba más árboles que nadie, a pesar de que ni era el que se acostaba más tarde ni el que se levantaba más temprano. Además, para mayor sorpresa de todos, todos los días desaparecía durante media hora.

Entre sus compañeros circulaba todo tipo de teorías, desde que tenía suerte porque le tocaban los árboles más blandos, hasta que era más fuerte de lo que parecía.

Al final uno de ellos, en lugar de seguir haciendo juicios, decidió hacerle una pregunta para averiguar en qué invertía el tiempo en el que se ausentaba. La respuesta de tan evidente que era, había sido obviada:

- Durante ese tiempo me dedico a afilar mi hacha.


La Historia de la Semana

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