miércoles, 11 de julio de 2018

Los tres ciegos

Creo que fue el famoso Kant el que afirmaba que 'no vemos la realidad como es, sino como somos'. Y es difícil no estar de acuerdo con esta afirmación.

En efecto, solemos estar convencidos que nuestras ideas son las mejores y damos por sentado que llevamos siempre la razón. Todo ello llevados por los prejuicios que por educación, cultura, costumbres,... nos impiden pensar con objetividad.

La historia de esta semana es muy ilustrativa de esta situación, y es muy aplicable a la realidad actual dominada por los medios de comunicación, que intentan presentarnos la realidad de la forma que más les conviene a sus intereses.

La verdadera sabiduría pasa por darse cuenta que hay que aceptar con humildad nuestras limitaciones y estar abiertos a aprender cosas nuevas aunque a veces nos sorprendan.

Pero seguro que de la lectura de Los tres ciegos vais a sacar más ideas prácticas y útiles para la vida diaria. 
===========
Los tres ciegos


Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios. Aunque los tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con solo tocarlas. Usaban de sus manos para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de la calidez de cuanto se ponía a su alcance.

Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los tres sabios. Entre las cosas maravillosas que llegaron con el circo venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la gente no hacía más que hablar de él.

Los tres sabios, que eran ciegos, quisieron también conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo. Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo hicieran.

El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las enormes orejas y luego los dos tremendos colmillos de marfil que sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les dijo:

- El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos mantas, y del cual salen dos grandes lanzas frías y duras.

Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la panza. Trató de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, decidió también él contar lo que había aprendido. Les dijo:


- El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está forrado de cuero con pelo para afuera.


Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola. Se colgó de ella y comenzó a balancearse como hacen los chicos con una soga. Como esto le gustaba al elefante, estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo:

- Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la punta. Sirve para balancearse.

Resulta que cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos de lo que habían descubierto sobre el elefante, no se podían poner de acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo. Pero lo que decían parecía imposible de concordar.

Tanto charlaron y discutieron que casi se pelearon.
Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a preguntar a otro sabio que había tenido la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos.


Y entonces descubrieron que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón. Pero que conocían del elefante solamente la parte que habían tocado.


Y le creyeron al que lo había visto y les hablaba del elefante entero.


La Historia de la Semana

No hay comentarios:

Publicar un comentario