Es un lugar común afirmar que 'la vida da muchas vueltas'; y en efecto hay momentos buenos y momentos malos, momentos alegres y momentos tristes, situaciones que nos gustan y otras que nos disgustan.
Pero, ¿con cuales de ellas nos quedamos? Muchas personas se centran en las cosas negativas y ven la vida de color oscuro.
El cuento de esta semana, titulado El mandarín y la lira, me ha recordado que las experiencias buenas y positivas sirven de apoyo en los momentos difíciles y nos pueden ayudar para superar los momentos bajos.
Y sobre todo nos ayudan a mantener la esperanza en el futuro. ¡A ver qué os parece!
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El mandarín y la lira
Hace muchos años, reinaba en la China un mandarín amante de la música. Un día quiso ser dueño de una lira. La lira más hermosa que jamás se hubiera visto y con la que sus músicos pudieran tocar las melodías más dulces.
Sus súbditos se pusieron a trabajar inmediatamente. Sabiendo qué árbol proporciona la mejor madera para instrumentos de este tipo, buscaron un hermoso y viejo fresno; lo cortaron y de él sacaron los trozos más valiosos de madera. Artesanos cualificados trabajaron en la delicada confección de la lira. Cuando estuvo hecha, llevaron el precioso instrumento a manos del mandarín.
Éste llamó a un músico de su corte para que tocara la lira y le deleitara con sus notas. El músico tomó la lira en sus manos e intentó en vano sacar algún acorde de ella. El mandarín, entre furioso y extrañado, mandó llamar a los mejores músicos del país. Todos salían de la corte cabizbajos y tristes por no haber podido hacer sonar la lira. Cada vez que tocaban, el instrumento parecía emitir gemidos estridentes.
El mandarín paseaba por sus jardines preguntándose qué misterio envolvía a su preciada lira. Uno de sus consejeros le dijo que había oído hablar de un viejo sabio que vivía retirado en las montañas. Sus palabras habían servido de solución a muchas personas que acudían solicitando su ayuda, y su fama se había extendido hasta los confines del imperio. El mandarín ordenó buscarlo y, al cabo de dos semanas, el anciano se presentó en la corte.
El mandarín en persona explicó la rara historia al sabio, quien se retiró a una sala llevando la lira consigo. Poco tiempo después salió de la estancia y, delante del mandarín, comenzó a arrancar las más dulces notas que nunca nadie había oído.
Maravillado, el mandarín le preguntó cómo lo había conseguido, a lo cual el sabio respondió que su único secreto era el haber hablado a la lira diciéndole que recordara los días en los que un arroyo cantarín fluía en sus cercanías, la yerba que crecía lozana bajo su sombra y los cantos de los pájaros que cobijaba en sus ramas.
Muchas gracias. La delicadeza y la sensibilidad descubren horizontes.
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