martes, 22 de enero de 2013

¿Cómo está tu corazón?

De vez en cuando conviene hacerse un chequeo médico, y en particular mirarse bien el corazón.

Pero no solamente el corazón físico, sino también el corazón espiritual, ese que es invisible a los ojos y que nos dicta el camino a seguir en nuestra vida.

El texto de esta semana, cuyo autor es José María Escudero, se titula precisamente ¿Cómo está tu corazón?, y es una invitación a reflexionar un poco sobre las actitudes que tomamos frente a las situaciones que nos van ocurriendo en la vida cotidiana.

Hay muchas clases de corazón, pero el más importante es el que nos ayuda a crecer y desarrollar todo lo más valioso que llevamos dentro.

Así que ¡adelante y a chequear nuestro corazón!

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¿Cómo está tu corazón? 

Amigo, te invito a hacerte una radiografía del corazón… 

No, no te preocupes: no requiere una preparación especial ni necesita la ayuda de un especialista para supervisar e interpretar los resultados. 

En cada una de las placas identificarás rápidamente los tesoros, las riquezas que contiene en su interior. 

Eso sí, debes abrir con total sinceridad tu corazón… ¿Preparado? ¡Pues adelante! 

Corazón–caja bancaria: Su mejor riqueza consiste en aumentar sus bolsillos a costa de los demás. Simplemente se aprovecha de los talentos que tus hermanos (para ti, clientes) te ingresan, eso sí, cobrando los respectivos intereses... 

Corazón–ring de boxeo: Su patrimonio es su fuerza, no mental o emocional, sino física. Eres de los que solucionan sus problemas soltando el puño…, el puño sobre la mesa o, si llega la ocasión, sobre la persona que tienes enfrente... 

Corazón–agenda: Todo programado. Consultar la agenda es el mayor seguro de tu vida. Podríamos decir que es tu becerro de oro, tu bien más preciado. Para poder llegar a ti, sólo hay un camino: pasar por la agenda, evidentemente, previa cita... 

Corazón–envoltorio: La gente que se te acerca queda impresionada. Sin embargo tienes que andar con cien ojos, no sea que alguien “se pase de la línea” y ose entrar en tu interior… ¡Que se conformen con el escaparate! 

Corazón–estanque: Al igual que en una presa, en la que el agua no corre, tus sentimientos tampoco. Tu máximo caudal es siempre el mismo: tu pasado. Tus inversores siempre son los mismos: los mismos amigos, las mismas experiencias y lo que es peor, los mismos rencores que llevan años flotando en tu vida... 

Corazón–mando a distancia: Manejas tus bienes a tu antojo. Si algo o alguien te gusta, puedes pasar horas y horas extasiado contemplándole, pero si algo o alguien no es de tu gusto, cambias de canal y a otra cosa... 

Corazón–invernadero: Tu mayor tesoro lo tienes señalado en rojo: las vacaciones, las fiestas, los fines de semana, los días que no toca trabajar o estudiar… Entonces sí, en esos días el corazón se reviste de alegría y buen rollo. ¿El resto de ocasiones? ¡A invernar y que pase cuanto antes! 

Corazón–ventanilla: Es una fortuna tener un corazón que abra y cierre a tu antojo, en el que nadie pueda colarse sin antes comprobar su procedencia, su nómina, su trabajo…, hasta, si se desea, su árbol genealógico. Y si algo no funciona o no interesa, se le manda a otra ventanilla y asunto solucionado... 

Corazón–museo: Tantos bienes, tantas riquezas, lo merecían, ¿verdad? Ahora tu gente puede contemplar (entrada incluida) tus licenciaturas, tus premios, tus condecoraciones, tu chalet en la playa o tu cochazo aparcado a la puerta… Eso sí, sin tocar y sin llevarse nada. 

Corazón–bienaventurado: Un tipo de corazón totalmente diferente al resto, un corazón cuyos bienes más preciados son la pobreza, la humildad, la misericordia, la paz, la voluntad de Dios. Un corazón en el que los máximos inversores son tus hermanos (los más pobres, los que menos tienen) y tu mejor accionista… ¡el mismísimo Dios!  

Para más información puedes visitar Mt 5,1-12. 


La Historia de la Semana

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