viernes, 12 de noviembre de 2010

El verdadero valor del anillo

La historia de esta semana es un cuento que me encanta y he comprobado, con extrañeza, que todavía no estaba incluido en el blog.

Lo suelo contar cuando estoy con jóvenes inquietos que aún andan buscando su identidad en el grupo y recurren a cosas extrañas para llamar la atención de los demás.

Viene a recordar algo evidente pero que a veces se nos olvida: cada amigo, cada persona que pasa a nuestro lado, alberga una joya en el corazón. Y la cuestión que me plantea es: ¿soy capaz de reconocerla?

El cuento se titula El verdadero valor del anillo. Aquí va:

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El verdadero valor del anillo

Un joven acudió a un sabio en busca de ayuda.

- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

- ¡Cuánto lo siento muchacho, pero no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

- E... encantado, maestro -titubeó el joven, quien se sintió otra vez  desvalorizado y sus necesidades postergadas-.

- Bien -asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban la espalda y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.

- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.

- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.


2 comentarios:

  1. Una gran historia. que me suscita algún comentario:
    El Maestro, aunque le dio un buen consejo, no respondio a las preguntas del joven (algo que suele ser habitual), a saber:
    "¿Cómo puedo mejorar maestro?"- sin respuesta. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?..(nótese son 2 temas distintos). La respuesta implicita parece ser "sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? " A lo que obviamente el joven podría haber respondido que para eso precisamente acudió a él ...y el que acabara preguntando a cuaqueira fue sólo una consecuencia de seguir las ordendes de su Maestro ... pero valor no le faltó al joven (como siempre) para calbalgar por dos veces y cumplir los deseos de su maestro.

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  2. A mi me recuerda la disyuntiva: ¿qué es más efectivo en el aprendizaje: la teoría o la experiencia?
    Creo que la historia incide en que la experiencia vital llega al corazón más que los razonamientos.

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