Dicen los filósofos representantes del 'pensamiento débil' que las grandes ideas han muerto: el dar la vida por un ideal, el comprometerse a fondo por una causa, el defender al indefenso, ... son ideas cada vez más diluidas y más difíciles de encontrar en la sociedad que nos rodea.
Pero los valores que constituyen la personalidad humana siguen estando ahí, en el corazón del ser humano, esperando un resquicio para poderse manifestar. Y cuando lo hacen nos llenan de satisfacción y de alegría interior.
¡Espero que os guste!
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Los dos hermanos
Dos hermanos poseían unas tierras que habían recibido en herencia y las trabajaban conjuntamente.
Uno estaba casado y tenía varios hijos. El otro era soltero. Aquellas tierras eran buenas para el trigo y los dos hermanos trabajaban afanosamente en su campo, ya fuera arando, sembrando o haciendo la recolección.
Un año, cuando llegó la época de la cosecha, los dos hermanos se repartieron el trigo cosechado. Hicieron dos montones de gavillas de trigo. Cada montón con el mismo número de gavillas: cien.
Por la noche el hermano soltero se dijo a sí mismo: el reparto es justo, pero mi hermano está casado y tiene que alimentar a sus hijos. Yo estoy solo, y por tanto necesito menos para vivir.
Decidió ir esa misma noche al campo, y de su montón pasó al de su hermano 20 gavillas.
Aquella misma noche, el hermano casado pensaba lo siguiente: es reparto es justo, pero mi hermano está solo y necesita más dinero para poder pagar la lavandería, la mujer que cuida de su casa, ahorrar para su vejez, ... Yo puedo pasar con menos porque mis hijos ya trabajan y ganan dinero.
También este hermano decidió ir al campo: de su montón pasó al de su hermano soltero 20 gavillas.
Al día siguiente, cuando fueron a trabajar, los dos hermanos se quedaron asombrados al ver los dos montones con el mismo número de gavillas, pero ninguno manifestó nada. Esa noche cada uno, intrigado, volvió sigilosamente a pasar su parte a la del hermano, y cada día se encontraban con el mismo resultado: en mismo número de gavillas en cada montón.
Así que la operación del traspase de gavillas se repitió en noches sucesivas, hasta que al fin una noche ambos hermanos se encontraron en pleno intercambio de gavillas.
Tras la sorpesa inicial se fundieron en un gran abrazo, lo celebraron con grandes risas y se dieron cuenta de que la generosidad de pensar en el otro antes que en uno mismo siempre es recompensada con creces.
¡Qué cierto es!
ResponderEliminarLa caridad nos leva a pensar en el bien de los demás con el olvido de uno mismo
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