martes, 22 de mayo de 2012

Siempre aprendiendo

A partir de cierta edad, cuando llegan los cumpleaños uno hace inconscientemente balance de los años pasados y mira hacia atrás.

Los recuerdos se agolpan y algunos se reviven con especial cariño.

Pero también se mira hacia adelante: ¿qué me deparará el futuro?

Aunque es ciertamente una gran incógnita, estoy convencido que el futuro lo vamos labrando día a día con nuestros hechos y con nuestros sueños. Y uno que no puede faltar es el de seguir siempre aprendiendo, con la mente abierta a nuevas situaciones.

En la historia de esta semana comparto un texto que me ha llegado y que ilustra muy bien esta idea de aprender siempre en cualquier momento y en cualquier circunstancia, ¡incluso con 90 años!

Se titula Siempre aprendiendo y aquí va:

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Siempre aprendiendo

A los 9 años aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.

A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas al mismo tiempo.

A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela, los tenía más grandes en casa.

A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.

A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores y la mano más pesada.

A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.

A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi madre cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.

A los 27 aprendí que el título obtenido no era la meta soñada.

A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te puede doler la vida entera.

A los 30 aprendí que, cuando mi mujer y yo teníamos una noche sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.

A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente sin ningún motivo. 

A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada. 

A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.

A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama cuando quedan dos galletas y elige la menor.

A los 42 aprendí que si estás llevando una vida sin fracasos no estás corriendo los suficientes riesgos.

A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día con solo enviarle una pequeña postal.

A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.

A los 55 aprendí que es absolutamente imposible tomar vacaciones sin engordar cinco kilos.

A los 63 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero que no se debe confiar demasiado en él. Y que no puedo cambiar lo que pasó, pero puedo dejarlo atrás.

A los 64 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado nunca suceden.

A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la vida, esperaste demasiado tiempo.

A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin solucionar una pelea.

A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo por qué ir con ellas.

A los 76 aprendí que envejecer es importante.

A los 91 aprendí que amé menos de lo que hubiera debido.

A los 92 aprendí que todavía me queda mucho por aprender.

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