miércoles, 15 de junio de 2011

Una máxima para educar

Creo que la educación, la buena educación, es una de las asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo.

He encontrado este artículo de Aníbal Cuevas, extraído de su libro La felicidad de andar por casa, que me ha parecido muy interesante para el blog.

Está pensado para los padres en la difícil tarea de la educación de sus hijos, pero creo que es muy útil y aplicable para todos los que nos dedicamos al mundillo educativo, y trata sobre la siguiente cuestión: ¿hay que corregir siempre que se ve algo mal o hay que dar un margen de confianza?

Dejo que cada lector opine sobre el tema. Yo comparto las ideas de este artículo, que espero sea de utilidad.

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Una máxima para educar 
 
Omnia videre, multa disimulare, pauca corrigere  que traducido quiere decir ver todo, disimular mucho, corregir poco. 

Se trata de una máxima que sirve para ser aplicada en la vida cotidiana y especialmente en la educación de los hijos.

Parece claro que la labor de los padres no es ni hacer de perros sabuesos ni tampoco estar a la luna de Valencia sin enterarnos de nada. Tenemos la obligación de estar al día de los hijos de los amigos y ambientes que frecuentan, de su estado de ánimo, de sus preocupaciones, de si son sinceros. 

Aún así debemos saber que por mucha confianza que tengamos con ellos, es natural que no cuenten todo.

Los padres debemos procurar que nuestros hogares sean lugares donde apetezca estar y nadie se sienta vigilado ni agobiado. Es aquí donde entra en juego la capacidad de disimular cuando la situación lo requiera y la de corregir cuando haga falta.

La sabiduría y el sentido común de los padres nos indicará cuando corregir y cuando callar. 

El padre más eficaz se sitúa entre el padre agobiante y el que "ni está ni se le espera".


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