viernes, 11 de junio de 2010

El rey y el mendigo

Dice uno de los refranes clásicos españoles (y mundiales con algunas variantes) que no hagas a otro lo que no quieras para ti. A mí personalmente me gusta más expresarlo en positivo: lo que hagas a los demás te lo harán a ti

Si tratas bien a una persona es más difícil que te responda mal, o al menos se lo pones más complicado. Me decía hace tiempo un conocido que a él no le saludaba nadie en el ascensor, en cambio a mí siempre: ¡es que no me cuesta nada ser el primero en iniciar el saludo!

Por eso es importante el valor de la generosidad y el desprendimiento, porque siempre se recoge de lo que se siembra.

De esto trata el cuento de esta semana titulado El rey y el mendigo.

¡Espero que os guste!


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El rey y el mendigo

Un pobre hombre, que vivía en la miseria y mendigaba de puerta en puerta, observó un carro de oro que entraba en el pueblo llevando a un rey sonriente y radiante.

El pobre se dijo de inmediato: "Se ha acabado mi sufrimiento, se ha acabado mi vida de pobre. Este rey de rostro dorado ha venido aquí por mí, lo sé. Me cubrirá de las migajas de su riqueza y viviré tranquilo".

En efecto, el rey, como si hubiese venido para ver al pobre hombre, hizo detener el carro a su lado. 

El mendigo, que se había postrado en el suelo, se levantó y miró al rey, convencido de que había llegado la hora de su suerte.

Entonces, de repente, el rey extendió la mano hacia el pobre y le dijo:

- ¿Qué tienes para darme?

El pobre, muy sorprendido y muy desilusionado, no supo que decir. "¿Es un juego - se preguntó - lo que el rey me propone? ¿Se estará burlando de mí?
Entonces al ver la persistente sonrisa del rey, su luminosa mirada y su mano tendida, el pobre metió la mano en su alforja, que contenía unos puñados de arroz.

Cogió un grano de arroz y se lo dió al rey, quien le dió las gracias y se fue enseguida llevado por unos caballos sorprendentemente rápidos.

Al final del día, al vaciar su alforja, el pobre encontró un grano de oro que el rey había introducido sin que él se diera cuenta, a cambio de su grano de arroz.

Entonces se puso a llorar diciendo:

- ¿Porqué no habré sido generoso? ¿Porqué no le habré dado todo mi arroz para que se convirtiera en oro?


2 comentarios:

Anónimo dijo...

José María, muchas gracias por tu generosidad... con este blog y con muchísimo más.
Saludos.
TNT

Aurora dijo...

Eres extremadamente generoso, hoy al ver un comentario, me doy cuenta que nunca te escribí aquí mis impresiones, pero sepas que espero con impaciencia tu "historia de la semana" y aparte de que siempre hay alguna cosa que aprender, admiro toda tu constancia con tantas personas que no conoces, pero intuyes que de una u otra manera ayudas a ser mejores. Gracias